viernes, 25 de diciembre de 2009

Merry Christmas to all.

Te voy a decir una cosa... ¡Sonríe! Navidad, extraña palabra con distintas formas de verla, sin significado concreto. ¿Qué es la Navidad? ¿Estrenas? ¿Regalos? Calles mojadas, luces en los árboles, mazapanes, turrón. Mis últimos quince años siempre han sido iguales, familia Abad en un pequeño comedor lleno de adornos de navidad y un belén, una alfombra donde solíamos sentarnos a jugar e imaginarnos volar por todo el mundo, conocer a los marcianos y llevarnos una estrella como recuerdo. En ella haciamos teatros, nos disfrazabamos, cantabamos y los demás nos aplaudian como si fueramos actores encima de un escenario que les acaban de dar un oscar. El calor del ambiente nos pasaba factura en la cabeza, la estrabagante risa de mi tía resaltaba entre la de los demás invitados y los primos haciamos de las nuestras por debajo de la mesa. El abuelo se emociona al escuchar a sus nietos cantar los villancicos y a la abuela le brillan los ojos de ternura. Las monetas caen sobre la palma de la mano, nadie quiere dar mucho, pero al final no queda nada en el monedero. La tele sonaba bajita en comparación a aquellas risueñas conversaciones sobre lo que nos traeran los tres reyes de oriente. El perchero se inundaba de chaquetas y bufandas. La casa había revivido, como si fueramos sus propios órganos vitales. El olor a gambas y chuletas se extendia hasta el rincón último del baño al final del pasillo. Saca la cubertería de plata, las velas rojas y las servilletas entre los cien platos de porcelana de la abuela. Pasamos largas horas comparitiendo la felicidad. La mesa se llena de copas, champán, un brindis celestial. Poco a poco fuimos superando la altura del árbol de navidad. Este año vuelve a sonar el timbre.-¿Quién?.-Nosotros-. Subimos corriendo, ascendiendo para llegar a la meta, paso que dejamos en el escalón retumba hasta el cuarto piso, los gritos de vuelta vuelven a reanimar la finca solitaria, se abre la puerta y todo esta igual, huele a fiesta. Esta vez el perchero se cae de tantos abrigos, hay uno más en casa. Los abrazos son el mejor idioma de bienvenida y los besos se regalan en cada gesto. Es mi Navidad, con mi mágica noche. No quiero elegir familia, me gusta ésta, me gusta esta Navidad, y la verdad, la guardo con nostalgia y entonces sonrío.

Es tiempo de cambiar, y el cambio parará los mejores momentos en el tiempo.


¡F E L I Z N A V I D A D!

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