lunes, 26 de octubre de 2009

Perla negra.

Y entonces el mundo se paró entorno a mi, entorno a él. Me regaló la noche estrellada, aunque sé que si por él fuera habría robado la luna y posarla entre mis manos. Me miró, nos miramos. La luz de las altas farolas que llegaban hasta los tejados donde los gatos dejan sus huellas, esta vez nos encontrabamos nosotros allí, tú y yo, con miles de estrellas en mi bolsillo. Me gustaba pensar que tú habías conseguido parar el reloj que sostenia mi muñeca derecha, cosa que ese día era casualidad que apareciera por allí, no me agradaba reducir mi vida a unas agujas girando indefinidamente... Y así quedarme entre tus brazos hasta la eternidad.
Se me pasó por la cabeza preguntarte si podía juntar tus fríos labios con los míos, tenía miedo a estropear la perfección; pero la verdad, preferí robarte el beso que tenías escondido.

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