lunes, 8 de marzo de 2010

Sólo, no te vayas.



Ha llegado el momento. No encuentro una forma normal de empezar esto, igual porque desde que hablamos nada es normal. No es normal quedar un día de lluvia, ni guardar una chapa de maleta como recuerdo, ni subir y bajar en un ascensor hasta cansarnos, ni que me conecte solo para hablar contigo, ni pasear sin paraguas, ni quedar espontáneamente, ni salir corriendo y perseguirme hasta mi casa, ni hacer como si no nos conocieramos una noche de invierno, ni besarte, besarte, besarte porque me pierdo en tus besos y me encanta ese escondite. Aún así, no lo cambio por nada, me gusta jugar a esto, me gusta cuando te acuerdas de mi, y tu sonrisa, la forma perruna en que te arreglas el pelo, cuando me miras mientras hago otra cosa, y tus historias y teorías, me encanta hablar contigo hasta tarde, y los minutos malgastados a tu lado... Que son la mejor manera de hacerle correr al tiempo. Quizás por eso te canses de mi, y pensándolo, se me encoge el estomágo, se desvanece mi alrededor y se pierden las ganas entre la multitud. Miedo lo llaman. Por eso quiero decírtelo, por eso me equivocaría otra vez, por eso iría y me volvería a subir a lo más alto de un edificio, porque me gusta perder el tiempo contigo, porque por poco que te parezca, por cortas que sean las palabras y largas las frases, por tu sombra a mi lado y por lo calentito que se esta al tuyo una mañana de invierno, me gustas. Y sí, puedes darte por aludido, porque es por tu culpa.

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